martes, 28 de mayo de 2013

Va de princesas~

Las princesas ya no visten lindos vestidos rosas.
Las princesas dejaron de ser rubias hace tiempo.
Las princesas olvidaron al príncipe para irse con la rana.

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Un día, un precioso día, una princesa fue dañada por una rana venenosa.
Se enfundó sus vaqueros rotos, una camiseta ancha, se peinó sus cabellos negros y se fue de su castillo, maldiciendo con murmuros a aquella rana apestosa.

Emprendió camino a ninguna parte, donde ninguna otra rana fuera capaz de alcanzarla. Lejos de charcas, de cloacas, de cualquier sitio que ahora se hallara infestado de estas asquerosas saltadoras.

-Si no existen príncipes, ¿por qué me hicieron creer en ellos de pequeña? ¿Por qué crearon ilusiones?
La princesa se quitó su corona, malhumorada, y la tiró al mar.
-A tomar por culo.

Caminó hasta regresar a aquel lugar, aquel sitio al que tantas veces había ido a perderse. Escuchaba música, en su Mp3 Real y daba patadas a las piedrecitas que se iba encontrando en el suelo.
Llegó a aquella muralla, fortaleza en la antigüedad, ruinas pintadas en la actualidad. ¿Quién osaba ser tan desvergonzado como para mancillar aquellos muros sagrados? Bastardos. ¡Qué le corten la cabeza!

La princesa quería volverse Reina Roja. Ser despiadada, cruel, hostil. Dar al mundo lo que ella había recibido. Aunque, en su naturaleza, ya no quedaba sitio para esa maldad. Sólo malas palabras y malos pensamientos que terminarían por irse con el viento.

Se sentó allí a observar el vaivén de las olas, a ver la espuma formarse, a algún loco pasear por la fría arena. Quería sentirse reina desde lo alto, como quería haberse sentido con aquella rana.
Aunque, no es de extrañar, queridos míos, que una rana no te haga sentirte reina. Las ranas viven mojadas, sucias, creyendo en su grandeza por su sonido al croar, el cual no es más que el eco que la charca produce y que ellas se creen sin rechistar. Las ranas podrán prometerte el cielo pero no es más que su reflejo en el agua. Todo serán mentiras y espejismos.
Hay algunas que no lo saben, sólo viven en su mundo y creen que así todo está bien. Otras, las venenosas, saben que no es la forma de actuar pero siempre buscan engañar a las princesas haciéndoles creer que pueden ofrecerle lo que una reina se merece.

Ella, ya engañada por la rana, traicionada y sola, jura no volver a caer en los embustes de esta raza. De esta forma, se quedará sola, recorriendo las tierras fronterizas en busca de sabiduría y conocimiento porque, a su parecer, ya no existen príncipes con los que coronarse. Perdió toda esperanza.

Pero no todo está perdido. Si bien se sabe, las buenas princesas siempre tienen un hada madrina, aunque a veces no la vean, y ésta sabe cuándo es el momento de dejar que se cruce en su camino el príncipe esperado.

Aguanta, Princesa. Tu Príncipe te espera.